Opinión

27.04.2025

Que el dicho… también sea un hecho

Cuando hablamos de equidad de género, uno de los principales desafíos es resolver las distancias entre la teoría y la realidad. No basta con sancionar normas y aprender teorías – que son necesarias -, si la letra no está necesariamente acompañada de una práctica, que en suma intente acercar los polos que siguen manteniéndonos dentro de un paradigma patriarcal y misógino, que oprime a las mujeres principalmente, pero que también define una sociedad prefijada sobre supuestos estereotipados.

Vale decir, no alcanza solamente con licencias parentales, si los espacios laborales instan a sus trabajadores a no tomárselas; no alcanza con a su vez, que las mujeres puedan a acceder a más derechos en torno a la vida laboral y el sistema de cuidados, si no debatimos la corresponsabilidad social de los cuidados y las responsabilidades del Estado; no alcanzan los Convenios Colectivos de Trabajo con más derechos para las mujeres, si no se tiene en cuenta la necesidad de saldar el uso del tiempo de la mujer que no tiene la posibilidad de avanzar en su carrera laboral profesionalizándose y llegar a puestos de responsabilidad, por poner ejemplos. En síntesis, no alcanzan los logros obtenidos, si no existen representaciones paritarias tanto en las organizaciones del campo popular, como los sindicatos por ejemplo, como en los directorios de las empresas, que puedan ser precursoras de un nuevo tiempo histórico, que avance hacia los cambios culturales, ideológicos, políticos y paradigmáticos que necesitamos en el seno de la clase trabajadora.

Quizás el caso más paradigmático, es el de la Unión Industrial Argentina (UIA), que no cuenta con mujeres en su junta directiva y la primera y única, que aparece en la lista ampliada es la tercera vocal; o incluso conducido también por la UIA, el directorio de la ONG Monopólica IRAM, que no cuenta con mujeres en su directorio ejecutivo, apenas alguna vocal, a pesar de vender una normativa desde 2021 – IRAM 57001 –  para “promover y fortalecer la equidad de género mediante la reducción de brechas, prevención y erradicación de las violencias por motivos de género para el ámbito de las organizaciones en sus diferentes estructuras”, que según la propia descripción del organismo “se trata de una propuesta de autoevaluación para las empresas y organismos desde la perspectiva de género para fijar líneas de base, objetivos, metas y realizar un seguimiento, medición, análisis y evaluación permanentes”.

No alcanza, si no termina la cultura de “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, no alcanza. Para avanzar en un sistema de equidad en la industria, se necesita algo más que ponerles normativa vendible a las palabras que cientos de mujeres feministas declamamos todos los días, hace falta construir sistemas que permitan recrear condiciones de igualdad reales, entendiendo que terminar con la brecha de género, también es un objetivo que debiera construirse desde la corresponsabilidad.

No alcanza con pensar las normativas progresistas que tan aguerridamente luchamos desde campo popular feminista en las calles. Necesitamos que además y de una vez por todas, tengan el coraje de dar el ejemplo.

Mercedes Cabezas, Secretaria General Adjunta ATE Nacional 

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